Cerca de tres semanas permaneció limitada la movilidad y el acceso a Los Coquitos de Jaibo. El peligro se escurrió entre la brecha que la irresponsabilidad y el descuido abrieron en ese barrio periférico, al suroeste de la urbe guantanamera.
Guantánamo.–Ni en vehículo ni a pie. Salvo el personal de Salud, nadie puede cruzar la cinta amarilla; del otro lado puede que haya una «mina». No una de esas que –absurda creación humana– despedazan cuerpos. Este otro asesino, que se escurre implacable y sutil, desgarra el sosiego, la vida, la economía.
Los contagiados con la COVID-19 en el mundo superan ya los 77 000 000, mientras los fallecidos rebasan el 1 700 000, dimensiones de un peligro global del cual no escapa Cuba.
TERRENO «MINADO» tras los rebrotes
Cerca de tres semanas permaneció limitada la movilidad y el acceso a Los Coquitos de Jaibo. El peligro se escurrió entre la brecha que la irresponsabilidad y el descuido abrieron en ese barrio periférico, al suroeste de la urbe guantanamera.
Alguien procedente del exterior obvió lo que dicen los protocolos. A su arribo, lejos de autoaislarse, intercambió visitas. Como si fuera poco, estuvo al menos en un establecimiento estatal, en compañía de amistades, ¡y se lo admitieron!
No es todo. Al momento de practicarle el segundo examen de PCR, la persona recién llegada estaba fuera de la provincia. La prueba después reveló el positivo; se contagiaron tres de sus más de 250 contactos.
Fue así como una cadena de negligencias le «calentó el coco» a la gente de Los Coquitos, donde hubo que realizar decenas de diagnósticos, muy costosos, por cierto, para la economía del país, aunque los beneficiarios en Cuba los reciben gratis.
Algo similar ocurrió en Caimanera. De regreso al país, y sin esperar las revelaciones del PCR, un lugareño se personó en el centro donde trabaja; nadie reparó en el riesgo de la visita. Las consecuencias: positivos el arribante y uno de sus contactos, el centro cerrado, y más personas aisladas.
Según Roilder Romero Frómeta, director provincial de Salud en Guantánamo, la referida eventualidad obligó a limitar los movimientos en 46 manzanas, asiento de los hogares de más de 6 400 personas.
Resultaron 17 las entidades, incluidos ocho centros docentes, que fue necesario cerrar, al sufrir afectaciones por esa causa, mientras que 930 trabajadores caimanerenses dejaron de producir o prestar servicios durante 25 días de confinamiento domiciliario. Entre todos perdieron cerca de 20 000 jornadas; pero el sueldo no se les afectó.
El aislamiento no perjudica el salario, excepto el de quien se contamine en su casa con algún familiar procedente del exterior, aclaró Walter Urgellés Lemoine, director provincial de Trabajo y Seguridad Social en Guantánamo. Según el directivo, desde finales de noviembre hasta hoy, la cifra de trabajadores que se ha visto en tal situación en el territorio supera los 1 460.
Descuidos y ligerezas le agregan cifras a los gastos de un país en batalla sin cuartel frente a la pandemia; la COVID-19 es un carcinoma económico para el mundo; a Cuba le ha arrebatado más de 1 300 000 000 de pesos sufragados por el Presupuesto del Estado; en eso también debieran pensar quienes pasan por alto la prevención, o admiten que otros la ignoren.
Un artículo del periódico español La Razón, por ejemplo, referencia los costos de un PCR en distintos países: España, entre cien y 160 euros –algunos laboratorios privados piden hasta 240–; en México, ronda el equivalente entre 62 a 180 euros. En EE. UU., la persona que no esté asegurada deberá pagar entre cien y 200 dólares para acceder a ese examen. En Cuba la prueba es gratis, pero al Estado le cuesta caro en medio de un bloqueo económico recrudecido.
LA RESPONSABILIDAD, EN EL BARRIO,
EN EL INDIVIDUO
En las áreas delimitadas por cintas amarillas los movimientos son pocos; la solidaridad abunda. Diligentes, en cuanta gestión haga falta, mensajeros de Comercio, Cultura y el Inder complementan las acciones de los gobiernos locales para mantener la vitalidad en esas comunidades afectadas.
Una decisión, aclaró Yucleidis Ramírez Ramírez, primer secretario del Partido en el municipio de Guantánamo, consistió en acercar los servicios, como la venta de la canasta básica, a las zonas de restricción.
Se adoptaron medidas que garantizan el suministro de energía eléctrica y de agua. Marjoris Rubio Bonome, delegada de Recursos Hidráulicos en el territorio, aclaró que durante el periodo de aislamiento en Los Coquitos de Jaibo, donde una parte de la población no dispone de redes, el abasto del líquido se complementó con el uso de pipas, y se mantuvo estable.
Guantánamo registra 70 personas contagiadas por la COVID-19 en la actualidad; 29 de ellas contrajeron el virus aquí; las otras 41 tuvieron fuente de infección en el exterior. La pandemia se mantuvo a raya en el territorio hasta mediados del mes anterior; pero, con la reanudación de los vuelos internacionales, el panorama cambió. En lo adelante, la responsabilidad individual será el pilar de la prevención.
Por más empeño que derrochen el Estado y el personal de Salud, desde afuera es difícil controlar lo que ocurre puertas adentro en nuestros hogares. Iris Lobaina Maletá comparte esa apreciación. Ella figura entre los 640 viajeros que en semanas recientes retornaron a la provincia. Iris, al llegar, se autoaisló; «no se pongan bravos –les dijo a cuantos vecinos trataron de saludarla en ese periodo–, estoy protegiendo a su familia y a ustedes ya habrá tiempo para el abrazo».
Admite la mujer, sin embargo, que al arribo a su casa, tras casi nueve meses, «abracé a mi hija y a mi nieto; de haber estado contagiada los habría enfermado a ellos. Tuvimos suerte; mis dos PCR dieron negativos, pero en circunstancias como esta yo actuaría de otro modo, la emoción no puede obviar un peligro como la COVID-19».
Lobaina Maletá elogia la constancia de la enfermera y la doctora del consultorio del médico de la familia «todo el tiempo estuvieron pendientes de mi salud, al igual que la delegada de la circunscripción», dice, en referencia a Mariela Carballo, «una mujer incansable que no permite fiestas ni aglomeraciones», refiere Cecilia Rodríguez Vinent, residente en el barrio. «Si llega un viajero, enseguida se preocupa por que cumpla el aislamiento y se ejerza el control epidemiológico».
Mariela, por su parte, sostiene que la pelea contra la pandemia se gana «con la interacción coordinada de los CDR, la FMC, el médico de la familia; es decir, los factores comunitarios; hay que estar en la viva».
Un espíritu así se parece a lo que reclama Rafael Pérez Fernández, máximo dirigente político en la provincia: actuar con sentido de urgencia, imprimir mayor intensidad y rigor a los controles de foco, y fortalecer la labor en cada área de Salud, pues «la situación actual hay que revertirla».
Las acciones frente a comportamientos que favorecen la propagación tienen que ser severas, insiste Emilio Matos Mosqueda, gobernador de Guantánamo, quien exige corregir desajustes en la labor preventiva en la base: «diciembre avanza; en la provincia crece el número de viajeros».
En respuesta a las violaciones que han contribuido a tensar la cuerda pandémica en predios guantanameros, se aplicaron medidas ¿disciplinarias?. Algunas, por leves, parecen escarmientos de terciopelo; algo difícil de comprender ante la gravedad de infracciones que conducirán a procesos penales. Agudas alertas han hecho en ese sentido las máximas instancias políticas y de gobierno en el territorio.
Ojalá de los errores se extraigan las debidas lecciones, para que no caiga en un saco roto el esfuerzo de la provincia. Enjuto favor aportará la tibieza frente a las conductas que no reparan en los riesgos de la pandemia. Ante un peligro mortal, la única temeridad comprensible es la de quienes se exponen para salvar.