Por el mar, arrastrados por el Paso de los Vientos que les cambió el rumbo deseado hacia Miami, llegaron a las costas cubanas de Maisí, Alcé Jackson y su pequeño hijo de tres años JacK Michael Jackson. Ellos forman parte del último grupo de 421 haitianos que arribó, más bien, naufragó en la zona más oriental de Cuba y que como sucede desde 1976 son atendidos por el Gobierno cubano hasta su repatriación.
Son hombres y mujeres, muchas veces familias enteras, que dejan su patria natal, montan por cientos en embarcaciones, generalmente con fallas mecánicas y diseñadas para unos pocos tripulantes, en busca de ofertas de trabajo en la “tierra prometida” o en las Bahamas, en estos mejores meses de cosecha.
Migrantes que el azar concurrente, al decir de Lezama Lima, trae a los que logran sobrevivir a costas guantanameras; tras experimentar el terror de noches tormentosas y la furia de las olas que destruyen la embarcación y manda muchas vidas al fondo del Caribe.
Desde 1976 existe en el extremo más oriental de la Isla el Campamento para migrantes de Punta de Maisí, una instalación atendida por el Gobierno provincial de Guantánamo, y en la que se realizan las acciones de la comisión formada por representantes de la Cruz Roja, el ministerio del interior (MININT) y el de Relaciones Exteriores, Comercio, la Defensa Civil y otros organismos.
Allí, en el puesto médico del campamento encontramos al pequeño Jack que era atendido por el doctor Diolkis Samón y la enfermera Elisabeth, quienes me aseguran que no tiene ninguna complicación solo dolores abdominales y alguna que otra diarrea, efecto de los medicamentos que se les suministran para evitar el paludismo u otras enfermedades.
Al preguntarle a Alcé el padre sobre los motivos de lanzarse con su hijo a esta aventura en el mar nos dice medio en español y kreol: “quería buscar bienestar, un futuro mejor, un lugar donde trabajar y poder darle de comer de forma segura a mi hijo. Y si un día pudiera volver a hacerlo lo haría, no veo otra opción”.
En el campamento también encontramos a Elias y a Yoendris, jóvenes de Punta de Maisí, que estaban desvinculados y ahora encontraron empleo como socorristas, para servir la alimentación, trasladar el agua y para apoyar en lo que haga falta hasta que se realice la repatriación de los migrantes haitianos a su país.
Conversamos con Eric Dormezil, el capitán de la embarcación naufragada, quien es la segunda vez que pasa por esta experiencia pues hace unos años estuvo refugiado en la ilegal base naval de Guantánamo, a donde llegó tras destruirse su barco y morir casi toda su tripulación y muchos de los pasajeros a bordo.
También conocimos el Kay, juego de mesa muy popular en Haití y también la historia de Bensua Jean Bautista, quien hace 31 años llegó a Maisí en uno de estos arribos y por ser hijo de padre cubano logró nacionalizarse. Aquí formó familia, nació su hijo, estudió, se hizo albañil y apoya como traductor cuando hay haitianos en el campamento.
Aunque la llegada de estas embarcaciones que el Paso de los Vientos trae hacia Cuba data de finales de los años 70 del pasado siglo, desde el 2001 hasta la fecha se han producido 76 desembarcos, con unos 4 mil 32 migrantes.
Cuba garantiza la atención a estas personas, realiza los trámites diplomáticos para su retorno seguro, y aboga por una migración regular y ordenada para que niños como Jack, Idson, Woll, Elevence y sus familias no tengan que otro día signar sus destinos en una travesía por el temible Paso de los Vientos.
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